sábado, 22 de noviembre de 2014

Josh Hutcherson habla de su niñez y más con El País

Aquí tenemos una nueva entrevista a Josh Hutcherson, realizada por el periódico español El País, en donde habla sobre su niñez y más.



Lo descubrimos sentado en una gigantesca sala de reuniones del hotel. “Toma asiento, por favor”, dice al visitante con una educación de infante decimonónico. Josh Hutcherson habla a fuego rápido, no es demasiado alto (su biografía jura que mide metro setenta, aunque se diría que le han regalado unos cuantos centímetros) y suma 22 años, aunque por su porte aparente algunos más. Este actor de mandíbulas salientes y físico de boy next door, desconocido hasta hace un par de años, se ha convertido en una estrella pujante gracias a su participación en la saga Los juegos del hambre, cuya tercera parte (basada en el último volumen de la saga, Sinsajo) llega este viernes a la cartelera. Dice que su éxito apabullante, que ya ha marcado una época en Hollywood, no le ha hecho perder el norte. “Hay cosas que no me gustan de la fama y para las que no estaba preparado”, reconoce. “Pero lo último que haría es quejarme”.

De repente, Jennifer Lawrence, que se encontraba dando otra entrevista a pocos metros, se acerca con sobreactuada cara de asco. Dibuja un círculo con sus dedos al nivel de su cintura y, en una fracción de segundo, le pega un puñetazo en el brazo izquierdo, antes de desaparecer sin decir hola o adiós. “Es un juego un poco primitivo que tenemos montado”, aclara Hutcherson, algo más considerado. “Durante el rodaje jugábamos todo el día sin parar, seis horas sobre las doce que duraba cada jornada. Incluso en algunas tomas seguíamos jugando”. ¿En qué consiste el dichoso juego? El actor explica las reglas: “Si se te va la vista hacia ese círculo, la otra persona tiene derecho a darte un puñetazo. Pero, si logras meter tu dedo dentro, eres tú quien puede darle dos”. Le respondemos que tendrá el brazo demolido. “Sí, lo tengo morado. Pero no había más remedio que jugar. Jen no paraba, pero también Liam [Hemsworth], Woody [Harrelson], el director y todo el equipo”. Por el pasillo pasa Julianne Moore, última incorporación a la saga, que le saluda con delicadeza a cierta distancia. Cuesta imaginarla a guantazo limpio. “No, ella no jugó”, aclara Hutcherson. “Pero podría haberlo hecho si hubiera querido. Todo el mundo es bienvenido a este juego. Solo hay que estar dispuesto a sufrir”.

Los Juegos del Hambre plantea un futuro apocalíptico y totalitario. Lo mismo sucede en otras sagas adolescentes distópicas, como Divergente, El dador de recuerdos o Delirium. ¿Por qué crees que hoy imaginamos un futuro así de negro?

Porque el mundo se termina, ¿no te has enterado? [risas]. Creo que hoy disponemos de mucha información sobre el mundo, seguramente más que en cualquier otra época. Hoy sabemos qué sucede en las reuniones gubernamentales y en el interior de las empresas. Lo cual es bueno, pero también da cierto vértigo. Esos futuros distópicos son visiones deformadas y exageradas de cosas que ya suceden hoy, mezcladas con lo peor que se le puede ocurrir a nuestra imaginación. Visto lo visto, es natural imaginar que lo peor puede terminar sucediendo. De hecho, la distopía siempre ha sido un clásico de todos los periodos de crisis.

¿Cómo ves el futuro?

Yo soy algo más optimista. No creo que lleguemos a vivir como en Los Juegos del Hambre, pero suceden cosas que tendremos que frenar para que eso no ocurra. No hace falta estar muy enterado para ver que hoy los ricos son cada vez más ricos y los pobres, cada vez más pobres. Si no cambiamos cosas así, está claro que sucederá algo. No nos mataremos necesariamente los unos a los otros, pero sí podría estallar un gran conflicto.


¿Fue difícil decidirse por la interpretación en un lugar como Union, Kentucky?

Tuve una infancia feliz, pero eso fue sin duda lo más incómodo. Los chicos me gritaban: “¿Qué te pasa, vas a convertirte en uno de esos niños que hacen comedia musical? ¿Eres gay?”. Fue duro, porque todavía estaba aprendiendo quién era. Mis padres me apoyaron. Al principio no se lo tomaron muy en serio, pero un día, a los 9 años, me pillaron llamando a un agente en Los Angeles. Entonces entendieron que, si no me ayudaban, lo iba a hacer yo solo.

Pueden leer la nota completa en la vía.

Vía: Real Or Not Real News
Por: Ari

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